
Planeta azul
Cuando decimos eso de “Marte, el Planeta Rojo”, suena muy solemne, imponente, como con cierta identidad, algo que no podremos alcanzar nunca porque no somos marcianos. Pero si miramos hacia lo que un día fue el ombligo del Universo, la Tierra, si que podemos izar una bandera de otro color, nuestro color, y decir: “yo vengo del Planeta Azul, el planeta de agua”. Hace poco nos sentamos en el sofá y nos tumbamos a ver esa olvidada película en la que Kevin Costner se ponía más pendientes que cualquier cliente de Joyas de Papel: Waterworld.
Admitámoslo, por mucho que nos pese la nostalgia VHS, la peli es horrible en muchos sentidos, pero consigue crear una especie de melancolía inducida por lo que un día fue ese paraíso perdido de la “Tierra Seca”. En la peli, la gente, tenga branquias o no, se pelea precisamente por un fruto, por una gota de agua dulce o, mira tú por donde, por un pedacito de papel.
En fin, la película te deja con esa sensación de que puede que, solo el orgullo de pertenecer al Planeta Azul, nos haga capaces de cuidar esta esfera perdida en el espacio para evitar que se convierta en un Infierno Azul si los casquetes polares se van al traste…
Valorad las joyas de papel, amigos, porque puede que algún día solo podamos colgarnos conchas y percebes de las orejas.