8M

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Entremos en materia

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Simone de Beauvoir, en su grueso pero delicioso libro El segundo sexo, entre muchisimas otras, hace dos referencias a dos autores (hombres, qué remedio) para explicar algo que nos viene muy al caso.

La autora francesa dice que “solo es posible comparar a la hembra y al macho de la especie humana desde una perspectiva asimismo humana. La definición del hombre es la de un ser que no viene dado, que obra para ser lo que es. Como ha dicho acertadamente Merleau-Ponty, el hombre no es una especie natural: es una idea histórica. La mujer no es una realidad inmutable, sino un devenir; habría que confrontarla con el hombre en su devenir, es decir, habría que definir sus posibilidades”.

 

 

¿Os imagináis a una mujer como Begoña, socia de su propia empresa y artesana de una disciplina tan novedosa como la joyería de papel hace… cuarenta años, por ejemplo? Se nos dijo por activa y por pasiva que no podíamos y, por tanto, que no debíamos intentarlo… Pero quizá nuestras posibilidades radiquen en ser testarudas como mulas para vivir como iguales.

La segunda referencia que hace Simone es a Gaston Bachelard quien, en La tierra y los ensueños de la voluntad reflexiona así sobre el herrero (sobre la figura del artesano o, por qué no, artesana): “el instante del herrero es un instante aislado y ampliado. Otorga al trabajador el control del tiempo, con la violencia de un instante” [...] “El ser que forja acepta el reto del universo que se alza contra él”.

 

 

Y esto último hacemos nosotras, las artesanas, las trabajadoras. Y con el 8m mostramos que si nosotras dejamos de golpear el yunque todo se para y el universo se cierne sobre hombres y mujeres. Lo demostramos durante la pandemia, cuando las trabajadoras de este país, en los puestos más esenciales y, por norma, más precarios, aguantamos del mundo como el férreo Atlas. ¡Ni un paso atrás, señoras!